Grandes traidores a España

Jesús Á. Rojo Pinilla

nuevo libro de Jesús Ángel Rojo

“CONOCE A LOS TRAIDORES QUE CAMBIARON PARA SIEMPRE EL RUMBO DE NUESTRA HISTORIA”

Grandes traidores a España descubre al ciudadano de a pie, que solo gracias a la perfidia de estos siniestros personajes al servicio de países enemigos, el Imperio español dejó de ser a principios del siglo XIX el mayor vínculo territorial, cultural, lingüístico, económico y político del momento.

PORQUE SOLO CONOCIENDO A LOS TRAIDORES DEL PASADO PODREMOS IDENTIFICAR A LOS ENEMIGOS DEL PRESENTE

Grandes traidores a España descubre al ciudadano de a pie, que solo gracias a la perfidia de estos siniestros personajes al servicio de países enemigos, el Imperio español dejó de ser a principios del siglo XIX el mayor vínculo territorial, cultural, lingüístico, económico y político del momento.

Con una recopilación de 21 capítulos  donde el autor relata cada uno de los traidores que cambiaron para siempre el rumbo de nuestra historia. Asimismo nos cuenta que la traición de los nuestros ha sido el mayor cáncer que ha su­frido nuestro país. Nos dice: “Hemos demostrado a lo largo de los siglos que fuimos capa­ces de vencer los mayores peligros que jamás país alguno ha podido soportar y sólo desde el conocimiento de la verdad seremos capaces de vencer a los verdaderos peligros que se ciernen sobre nosotros de nuevo como patria”.

La mayoría de las naciones consideran a sus traidores como personajes malignos y repulsivos. Sin embargo, España es el único país del mundo que no solo ha olvidado de forma premeditada a sus grandes héroes, sino que, además, de una forma vergonzosa y execrable ha ensalzado a los grandes traidores de su pasado. Si leemos con atención los libros de historia de nuestros hijos, podremos observar cómo los mayores farsantes, racistas, genocidas, manipuladores, sediciosos y demás patulea que ha conocido nuestra historia son venerados como santos por una gran parte de nuestra sociedad, ya sea por desconocimiento o por sectarismo.

Grandes traidores a España descubre al ciudadano de a pie, que solo gracias a la perfidia de estos siniestros personajes al servicio de países enemigos, el Imperio español dejó de ser a principios del siglo XIX el mayor vínculo territorial, cultural, lingüístico, económico y político del momento.

Según Cicerón, «una nación puede sobrevivir a sus locos y hasta a sus ambiciosos; pero no puede sobrevivir a la traición desde dentro. Un enemigo que se presente frente a sus muros es menos formidable, porque se da a conocer y lleva sus estandartes en alto; pero el traidor se mueve libremente dentro de los muros, propaga rumores por las calles, escucha en los mismos salones sociales; porque un traidor no parece un traidor y habla con un acento familiar a sus víctimas, teniendo un rostro parecido y vistiendo sus mismas ropas, apelando a los bajos instintos que hay ocultos en el corazón de todos los hombres».

Pero Cicerón se equivocó con respecto a España que no solo ha sobrevivido a los más terribles enemigos externos, sino que también ha superado a los más viles y cobardes traidores que ha conocido la historia universal, haciendo de esta forma bueno el dicho de Otto von Bismarck, «que la nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo».

La perfidia reside entre la luz y la oscuridad, entre el calor y el frío. La traición no solo aviva lo peor del ser humano sino además en su misma maldad es capaz de cambiar la historia de las naciones y de la misma humanidad. Los cobardes siempre serán rechazados por las sociedades que conocen su pasado y se sienten orgullosos de él. Sin embargo, cuando los pusilánimes gobiernan son capaces de ocultar el pasado para intentar engañar al pueblo ignorante.

En España no solo hemos permitido que nos oculten a nuestros héroes, sino que en muchas ocasiones nos han presentado a los más míseros cobardes como paladines de la libertad y el honor. Por ello, Grandes traidores a España pretende que no olvidemos a los malvados que desearon destruir nuestra patria y de este modo recordar nuestro más negro pasado para no repetirlo.

Una de las rarezas más significativas de nuestro tiempo es la paulatina destrucción de la cultura hispana por medio de la mentira y la manipulación. La corriente dominante en las escuelas y las universidades pretende que agachemos la cabeza cuando hablamos de nuestra historia con la única intención de convertir a nuestra sociedad en un rebaño de ovejas. Personajes tan siniestros como Simón Bolívar, Bartolomé de Las Casas o Napoleón son adorados por los nuevos discípulos de la leyenda negra con la única intención de denigrar nuestro pasado y a nuestra propia nación. ¿Por qué alabar a quien nos denigró? ¿Por qué no hablamos sin complejos de quien nos traicionó para poder entender mejor la verdad de nosotros mismos? ¿Por qué mantener este absurdo silencio?

En un país polarizado absurdamente por las ideologías donde los unos y los otros mantienen una lucha estéril, tenemos que darnos cuenta que no resolveremos nuestros problemas hasta que no seamos capaces de entender que amar a nuestra patria es la premisa principal para alcanzar de nuevo la vanguardia mundial. Pero solo superaremos nuestras propias limitaciones si somos capaces de identificar al «judas» presente, que es exactamente igual que el «judas» del pasado, cuya única intención, ayer y hoy, es destruir nuestra sociedad.

La traición es aquel delito que rompe la lealtad o fidelidad que se debería guardar hacia alguien o algo. Consiste en repudiar, ya sea por acción u omisión, un compromiso de lealtad. Ayudar al enemigo, denigrar a una nación con falsedades, incitar a la guerra o firmar tratados en contra de los intereses de un pueblo son delitos deplorables que llevaron a nuestra nación al límite de sus fuerzas. Nunca nuestros adversarios nos hubieran vencido sin la ayuda de los grandes traidores a España. Ellos fueron los que abrieron las puertas de Hispanoamérica a los espurios intereses británicos o quienes con su apoyo provocaron la invasión de nuestro territorio durante más de 700 años por las hordas de Mahoma. Ellos fueron los canallas que ofrecieron en bandeja de plata nuestra patria a Napoleón.

Los historiadores han presentado a España como un país en continua decadencia desde el siglo XVII, ocultando de forma torticera que hasta principios del siglo XIX los españoles poseían el mayor Imperio del planeta Tierra. Una nación que gobernaba la mayor parte del Nuevo Mundo, el Océano Pacífico (denominado el Lago español) y que controlaba prácticamente en exclusiva el comercio entre Asia y América (por medio del Galeón de Manila y sus grandes bases navales en el Pacífico). ¿Cómo se le puede tildar a esa nación de país atrasado y en continua decadencia cuando en sus dominios se desarrollaba la mitad del movimiento de la economía mundial?

La hegemonía de España en el siglo XVII sobre el resto del mundo se pierde principalmente cuando el Imperio, al límite de sus fuerzas, es traicionado vilmente por la Diputación de Cataluña y Pau Claris, quienes en un acto de felonía sin precedentes entregan en bandeja el Principado de Cataluña a Francia. Esta bellaquería provocó una cadena de traiciones a lo largo del territorio nacional que no solo significó la desunión de la península ibérica (al independizarse Portugal), sino que además supuso un esfuerzo extraordinario que el Imperio no pudo soportar y, en consecuencia, España perdió la supremacía mundial. En resumen, ese país decadente y atrasado que nos ha pre- sentado la historiografía mundial, solo pudo ser desbancado del trono internacional por las grandes «superpotencias» de la época, gracias a la traición de personajes tan deleznables como Pau Claris (héroe de los sediciosos catalanes).

Hasta principios del siglo XIX España seguía siendo una potencia mundial por batir, cuyos territorios eran objeto de deseo de naciones depredadoras como Gran Bretaña. Los ingleses, incapaces de dominar Hispanoamérica se vieron obligados a establecer un sofisticado plan, donde por medio de la masonería y de los más infames traidores que jamás ha conocido América, lograrían destruir la mayor estructura política, espiritual, cultural, lingüística y económica de la historia: la unión hispánica.

En Hispanoamérica han pasado a la historia muchos traidores como héroes, pero las verdades de sus actos solo demuestran que eran simples títeres al servicio de la Per da Albión. Solo por medio de es- tos mal llamados Libertadores, Hispanoamérica pasó de ser la región más rica del mundo a un conjunto de países balcanizados en manos de Inglaterra.

Cuando reniegas de tu Madre lo normal es que Dios te castigue con una madrastra infecta y fatua que ponga en evidencia tu error. En Hispanoamérica no solo no se han arrepentido del inmenso error que supuso romper la unión hispánica, sino que además han tratado de ocultarlo, tergiversando la historia hasta límites nauseabundos y todo ello con la complicidad de gran parte de los intelectuales españoles.

La traición de los nuestros ha sido el mayor cáncer que ha sufrido nuestra patria. Nunca hemos dejado de ser un pueblo ejemplar y valiente, tan solo hemos hecho un descanso en el camino de la historia para poder llegar a lo más alto, pero para ello tenemos que saber cuáles han sido nuestros verdaderos errores, denostando de una vez por todas las mentiras históricas que han tratado de someternos como nación. Hemos demostrado a lo largo de los siglos que fuimos capaces de vencer los mayores peligros que jamás país alguno ha podido soportar y solo desde el conocimiento de la verdad seremos capaces de vencer a los verdaderos peligros que se ciernen sobre nosotros de nuevo como nación.

Pero no podemos hablar de traidores y cobardes sin mencionar a personajes tan siniestros y mezquinos como Bartolomé de Las Casas, quien por medio de mentiras y embustes creó las bases de la leyenda negra antiespañola que ha llegado hasta nuestros días. El dominico llegó a decir que los españoles fueron capaces de realizar el mayor genocidio que ha conocido la historia, sin importarles las consecuencias de sus falsedades sobre sus compatriotas. Gracias a este señor, nuestros enemigos encontraron el caldo de cultivo perfecto para hacer la mayor campaña de desprestigio que ha conocido la historia sobre una nación. ¿Y qué sucede cuando desprestigias a alguien? Que podrás robarle, matarlo o esclavizarlo sin que por ello te puedan recriminar nada. Es lo que han pretendido nuestros adversarios a lo largo de la historia, que sobre mentiras preconcebidas tengamos que pedir perdón por ser españoles. Y todo ello, gracias a las falacias de un charlatán paranoico como fue Bartolomé de Las Casas. Desgraciadamente, sus mentiras sobre los españoles han llegado intactas a nuestros días principalmente por la inacción de la propia España y sobre todo por la pro acción de nuestros enemigos que no han dudado en repetir tantas falsedades si con ello sacaban algún bene cio de nuestra nación.

En definitiva, tenemos que denunciar que todos los grandes traidores a España tengan gran reconocimiento en nuestra propia nación. Si ustedes se dan una vuelta por el callejero patrio podrán observar que todos o casi todos estos felones tienen calle o incluso plazas con su nombre. Sin olvidar que personajes que pretendían el exterminio de todos los españoles, dan sus nombres a colegios públicos en España. Es un desatino constante lo que sucede en la mente de los políticos de este país. ¿Se imagina que en Israel existiera un colegio llamado Adolf Hitler? Pues en España sí existen calles, plazas, colegios y demás edificios que homenajean a nuestros más terribles enemigos. Mientras, nuestros grandes héroes no solo han sido ocultados, sino que son des- conocidos por la mayoría de la población.

Como decía Lord Byron, «quien no ama a su patria no puede amar nada». En consecuencia, la mayor traición que puede cometer una persona contra sus antepasados y contra él mismo, es olvidar que sus ancestros lucharon por él, no solo para que vivieran en un mundo mejor sino para evitar una y mil veces que los felones destruyeran el legado de una nación llamada España.

Y por último me gustaría terminar esta introducción haciendo referencia a un poema de don Diego Hernando de Acuña4 capitán de los Tercios de Flandes:

«¡Por España! y el que quiera defenderla, honrado muera. Y el traidor que la abandone, no tenga quien le perdone, ni en Tierra Santa cobijo, ni una cruz en sus despojos, ni las manos de un buen hijo para cerrarle los ojos».

Este verano, en una de esas tardes de intenso calor, mi amigo Jesús Ángel Rojo me relataba con esa pasión que le caracteriza el contenido de los Grandes traidores a España. Después de escuchar con atención, no pude negarme a formar parte de este nuevo proyecto, pero en esta oportunidad quise hacer algo único y diferente. Así, le dije al autor que no solo participaría haciendo el prólogo y aportando mis pinturas, sino que en esta ocasión pintaría un cuadro en exclusiva para la portada de este nuevo libro que le hiciera diferente a los demás.

Nuestro pasado está plagado de hazañas y de felonías que cambiaron el rumbo de nuestra historia para un lado o para otro. En los anteriores libros de Jesús Ángel hemos descubierto a los héroes ocultos que hicieron grande a nuestra patria, pero en esta ocasión teníamos que desenmascarar a los grandes traidores a España que no solo quisieron destruir nuestro país sino que por desgracia han pasado a ser adorados como auténticos ídolos por los nuevos enemigos de nuestra tierra.

España es una realidad histórica y política desde que en el siglo VI los visigodos y los hispanorromanos fundieron su sangre, sus al- mas y su destino para crear una sola monarquía cristiana. Y así, San Isidoro de Sevilla alza a nuestra patria a la consideración de la primera nación de Occidente en su obra «Historia Gothorum». De este modo, se refería el clérigo a nuestro país:

«De cuantas tierras se extienden desde el Occidente hasta la India, tú eres la más hermosa, oh sagrada y feliz España, madre de príncipes y de pueblos».

Pero el nuevo reino que nacía de la unión de todos los pueblos hispánicos y de los godos, pronto tendrá que enfrentarse a la traición de don Julián y a la gran invasión de las hordas moras. En principio, parecía que iba a desaparecer la primera nación de Occidente y que en su territorio germinaría un país antagónico llamado Al-Andalus, pero la fuerza y gallardía de los españoles nos elevó de nuevo a la gloria y el 1 de enero de 1492, después de siglos de lucha, se consigue expulsar a los sarracenos de la península y de esta forma recuperar la unidad pérdida.

Desde entonces, los españoles han luchado de forma bizarra contra terribles traidores que han pretendido despedazar nuestra nación. Y de esta forma hemos soportado las falacias y las felonías de los peores sediciosos que ha conocido la historia: Bartolomé de las Casas, Antonio Pérez, Guillermo de Orange, Pau Claris, Simón Bolívar, San Martín, Antonete, Sabino Arana y Lluís Companys entre otros.

Pero no hay peor traición a un país que reivindicar e idolatrar a sus felones. En las escuelas, universidades y en los medios de comunicación han distorsionado con premeditación y alevosía nuestro pasado para mostrarnos a los peores villanos de nuestra historia como héroes de nuevo cuño.

A diferencia de Roma, en España sí se paga a traidores y además muy bien. El mundo del arte, la cultura, los medios de comunicación y la política, están llenos de ejemplos donde podemos observar cómo aquellos que difaman y denostan a nuestra nación, son recompensados con grandes sumas de dinero público, y en muchas ocasiones reconocidos con importantes premios de relevancia nacional.

En la España de hoy, defender nuestra nación y denunciar a los traidores que la quisieron destruir es toda una heroicidad. Los complejos de algunos políticos y la inviolabilidad de las ideologías que pretenden desguazar nuestro país, nos han situado en un abismo absurdo que tenemos que superar. Por eso, ahora más que nunca es necesario leer este libro porque solo conociendo nuestra historia seremos dueños de nuestro destino.

Grandes traidores a España nos enfrenta con la verdad de nuestra historia de una forma directa, rompiendo las cadenas de complejos y mentiras que han subyugado a nuestra nación a lo largo de la historia. Por eso, ante el peligro que corre nuestra patria en estos tiempos tan convulsos, tenemos que extirpar e identificar, de una vez por todas, el origen de ese mal, porque como dice Jesús Ángel:

«Solo conociendo a los traidores del pasado conoceremos a los enemigos del presente».

Augusto Ferrer-Dalmau

Pintor de batallas

Autor: Jesús Ángel Rojo Pinilla

Tapa: Flexblinder

Páginas: 240

ISBN-13: 978-84-943923-4-4

Portada e Ilustraciones: Augusto Ferrer-Dalmau

Fecha presentación: Noviembre 2017

Jesús Ángel Rojo Pinilla (Madrid, febrero 1974) se licenció en Derecho por la Universidad Complutense, miembro del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, conferenciante, politólogo y experto en Comunicación e Imagen, cuenta con una amplia trayectoria en el mundo empresarial y periodístico, actualmente es Director General del grupo de comunicación “El Distrito” y Director del programa radiofónico e informativos TV “El Mundo al Rojo”, columnista en la revista Neoyorquina Hispanoamérica News, fue presidente de Asociación Madrileña de la Prensa Gratuita y excandidato a la Dirección General de Telemadrid. Analista político en Intereconomía y 13TV. Académico de la Academia de la Diplomacia, Caballero de la Orden Imperial Hispánica de Carlos V y Caballero de la Orden Militar Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén.

Amante apasionado de la historia, recorre Europa, América y Asia desde hace años investigando el legado español en el mundo. En sus viajes, observa con asombro cómo durante siglos se ha pretendido destruir la civilización hispánica sin que nadie lo evite. En este contexto, busca reconstruir la identidad de nuestra cultura, denunciando la falsa leyenda negra antiespañola y rescatando del olvido un pasado único y memorable. Ha escrito además el best seller «Cuando Éramos Invencibles» y «Los Invencibles de América» donde relata momentos de grandeza y heroicidad que nos hacen entender los más de 400 años del Imperio español.

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