Para el historiador es fundamental conocer a los traidores del pasado para identificar a los enemigos del presente. El último en el tiempo es el golpista Puigdemont, aunque la traición contra la unidad de España se ha cocinado a fuego lento durante cuatro décadas de nacionalismo gracias a Jordi Pujol.
El escritor e historiador madrileño Jesús Ángel Rojo tiene en su haber dos trabajos sobre el beneficioso legado de España en el mundo: “Cuando éramos invencibles” y “Los invencibles de América”.
Recrea en ellos las gestas de los españoles en el Nuevo Mundo y demuestra que cuando los pueblos de América estuvieron bajo la Corona española, vivieron el momento de estabilidad y prosperidad más largo de su historia.
El autor decide ahora indagar en el reverso de la moneda: los Grandes traidores a España (El Gran Capitán Ediciones), desde el conde don Julián, que facilitó la invasión árabe en el 711 hasta Puigdemont, por el golpe de Estado del referéndum ilegal, pasando por Guillermo de Orange, Jordi Pujol, Felipe el Hermoso, Lope de Aguirre, Simón Bolívar, Companys o fray Bartolomé de las Casas, entre otros.
Una galería de retratos de desleales, algunos de los cuales han sido blanqueados y convertidos poco menos que en héroes, bien por autores de la leyenda negra, bien por gobiernos que se empeñan en reescribir la historia.
El pintor Augusto Ferrer-Dalmau ilustra las páginas de Rojo y escribe el prólogo del libro.
Alfonso Basallo: Traidores, ¿por qué? ¿Ego, ambición, celos?…
Jesús A. Rojo: El traidor es el que pone sus intereses espurios por encima de los intereses de la comunidad. Ya decía Cicerón que los traidores se visten como nosotros, hablan igual que nosotros, comen en nuestras mesas… pero están conspirando para destruir nuestra comunidad y beneficiarse personalmente.
A.B.: ¿Sin engaño no hay traidor?
J.A.R.: La mentira es ingrediente esencial de la traición. Por eso no está en el libro Francisco Largo Caballero, porque él decía bien a las claras que quería una República Popular para España. No engañó a nadie.
A.B.: ¿Y, en el extremo contrario, quién engañó a todos?
J.A.R.: El PNV trató de engañar a muchos… Primero pactó con el Frente Popular, luego se alió con los franquistas, con los fascistas italianos, trató de convertir Euzkadi en un protectorado del Reino Unido, luego quiso crear una nación vasalla del régimen nazi. Un traidor de libro.
Yo no quitaría ninguna estatua, ni de unos ni de otros. Porque eso es historia. Si no, vamos a terminar convirtiéndonos en los talibán o los salvajes del Califato Islámico
A.B.: Hablando de Largo Caballero, el Lenin español, ¿le parece justo que Carmena deje intacta su estatua en Madrid?
J.A.R.: Yo no quitaría ninguna estatua, ni de unos ni de otros. Porque eso es historia. Si no, vamos a terminar convirtiéndonos en los talibán o los salvajes del Califato Islámico, que se dedican a destruir el patrimonio histórico del pasado.
A.B.: Tampoco Franco está en su libro… ¿no engañó a la II República y se sublevó contra el Régimen?
J.A.R.: Es que cuando no se cumple el imperio de la ley -que es el fundamento del Estado de derecho-, cuando un régimen como la II República se destruye desde dentro pierde su legitimidad. En este caso no se puede considerar a Franco un traidor.
A.B: Pero, ¿quién era él para decir si el Régimen había perdido o no la legitimidad?
J.A.R.: El tema es complejo. Pero la democracia consiste en el imperio de la ley… y desde las estructuras del Estado es posible destruir ese imperio y crear una legalidad paralela, y eso es lo que hizo, por ejemplo, Hugo Chávez en Venezuela. Perdió toda su legitimidad. Lo mismo ocurrió con la II República. Contra la tiranía, es legítima la rebelión.
A.B.: Los traidores suelen tener buena prensa: Lope de Aguirre es un filón para la literatura y el cine.
J.A.R.: Y varios de los traidores que salen en el libro tienen su nombre en calles y plazas. Incluso un colegio público de Madrid lleva el nombre de quien tildaba a los españoles de raza maldita: Simón Bolívar. Pero la propaganda se las ha arreglado para convertir a traidores en héroes.
A.B.: Y para convertir a los traicionados en personajes fríos y despiadados, como Felipe II…
J.A.R.: Es que Felipe II es el centro de la diana de la leyenda negra, gracias a dos traidores tan determinantes como Guillermo de Orange y Antonio Pérez. Hay que tener en cuenta que la deslealtad al Rey era, entonces, la mayor de las felonías -dado el origen divino que se atribuía a la Monarquía-. Y lo que hacen Orange y Pérez para justificar semejante tropelía es lanzar campañas falsas presentando al Rey Felipe como un monstruo frío y despiadado.
A.B.: Llama usted a Antonio Pérez la “ramera de los enemigos de España”, ¿un poco fuerte?
J.A.R.: Es que vendió a España por unas monedas. Fue el instigador de la invasión francesa de Aragón, de la expedición de Francis Drake contra el Caribe español o del ataque a Cádiz, por no hablar de su intervención en la muerte de Juan Escobedo, secretario de Juan de Austria.
A.B.: Pero Felipe II tampoco era un santo…
J.A.R.: Tenía sombras, como muchos personajes. Pero también tenía muchos enemigos y nunca perdió el tiempo en responder a las falsedades, no se preocupó en rebatirlas.
A.B.: ¿Enemigos por envidia?
J.A.R.: Era un estadista de dimensiones siderales. Cuando España se une con Portugal, Felipe II domina buena parte del mundo conocido: América, zonas de Asia, África, el Pacífico. Es lógico que tuviera muchos enemigos. Los primeros, durante su vida y, en los siglos posteriores, los historiadores que han manipulado su figura.
A.B.: De su padre, Carlos V, no ha quedado una imagen tan antipática.
J.A.R.: Tiene mejor prensa. Primero, porque, a diferencia de su hijo, no era español sino de Gante (Flandes), y, segundo, porque no llegó a tener tanto poder como Felipe. Insisto: bajo el cetro de Felipe II se unen España y Portugal, las dos potencias que se reparten el mundo. Nunca en la historia se ha visto algo igual… ni siquiera Estados Unidos, salvando las distancias, ha llegado a dominar tanta extensión del planeta.
Quien dice que los españoles estaban contagiados por moros y judíos es Guillermo de Orange, el padre de un país que crearía el apartheid
A.B.: ¿Hasta qué punto influye el desprecio del Norte de Europa por España? Guillermo de Orange dice que los españoles están “contagiados de la raza de moros y judíos”.
J.A.R.: Y eso lo dice Guillermo de Orange, el padre de un país que terminaría creando el apartheid. Se trata de un noble holandés, al servicio de España, que la traiciona, habla mal de su Rey, tilda a los españoles de seres despreciables y genera una guerra que desencandena persecución a los católicos a manos de los calvinistas.
A.B.: O sea, que traiciona también a su religión…
J.A.R.: Era católico y se convirtió al calvinismo por puro interés. Su vida es una sarta de deslealtades, sobre todo contra Felipe II.
A.B.: ¿Y no tenía motivo? Aún se recuerdan los estragos del duque de Alba en los Países Bajos…
J.A.R.: La propaganda lo ha exagerado mucho. Una propaganda muy eficaz, hasta el punto de que la letra del himno de Holanda, llamado el “Wilhemus” (Guillermo), compuesto en 1572, miente, dice que él fue leal a Felipe II: “Un príncipe de Orange soy, libre y valeroso al Rey de España siempre le he honrado”. Textual.
A.B.: Otro genio de la propaganda fue fray Bartolomé de las Casas.
J.A.R.: Es otro de los traidores que aparecen en el libro. Llegó al extremo de decir que los españoles habían exterminado a 24 millones de indígenas, cuando la población autóctona de América en el siglo XVI solo era de unos 13 millones. Falsea las cifras, dijo que en la isla de La Española había 3 millones de indígenas… lo cual era imposible.
A.B.: ¿Todo esto con qué finalidad?
J.A.R.: Para presionar, para ganar influencia. Su ambición era llegar a ser obispo de Chiapas, y lo consiguió. Pero era un paranoico que se sacó de la manga un genocidio que no existía. Y todo ello revestido de hipocresía, porque, por un lado, presume de defender al débil pero, por otro, propone llevar a América esclavos africanos.
A.B.: La mentira es el arma propagandística por excelencia.
J.A.R.: Y conseguir que cuele, que quede como verdad. Si a eso le unimos las manipulaciones de la historiografía, ya tenemos la leyenda negra. También ayuda mucho el arte (libros, pinturas etc.). Por ejemplo, el grabador flamenco Theodor de Bry llegó a presentar a don Juan de Austria cometiendo tropelías en América, cuando este jamás pisó el Nuevo Mundo.
A.B.: ¿Qué papel juega la masonería en la traición de Bolívar y San Martín contra España?
J.A.R.: A la masonería le interesa independizar la América hispana, porque está teledirigida por el gran enemigo de España: Inglaterra. Y este pretendía dominar y explotar aquellos territorios. De hecho, el diseño político, estratégico y militar de la independencia es inglés.
A.B.: Viejos enemigos desde la época de Felipe II…
J.A.R.: Desde Cromwell, los ingleses habían querido invadir la América española, pero fracasaron (los intentos de Cartagena de Indias o de Buenos Aires). Y, a principios del siglo XIX, cambian de táctica y deciden destruir las estructuras de Estado desde dentro, logrando que la burguesía criolla se subleve contra España. Y las logias masónicas tienen un papel capital, como se puede ver en el caso de Francisco de Miranda.
Lo que hace el Libertador San Martín es seguir al pie de la letra el plan de un general británico, Thomas Maitland, para trocear el Imperio español en América: capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y Quito. Es el Plan Maitland. Ese es el diseño original de la independencia de Hispanoamérica.
Hispanoamérica pasó de la madre patria a la madrastra de Inglaterra y, ya en el siglo XX, a la madrastra de Estados Unidos
A.B.: Y Bolívar y San Martín fueron utilizados por los ingleses.
J.A.R.: Eran peones de Inglaterra y la masonería, aunque Bolívar era más ambicioso: quería ser el Napoleón de las Américas. Pero lo que pretendían los británicos era balcanizar Hispanoamérica, para seguir controlándola económicamente. De hecho, los ingleses se preocuparon de saquear las Reales Haciendas y los tesoros de Buenos Aires, Lima, Potosí.. y llevarse el oro a Londres, de suerte que los nuevos países inician su independencia sin moneda, siendo tributarios de la usura extranjera. Era una independencia simbólica, no efectiva, y los gobiernos de esos países pasan a ser controlados por Inglaterra.
A.B.: Y desde entonces no levantan cabeza.
J.A.R.: La independencia solo trajo pobreza, división, inestabilidad, guerras. Y pasar de la madre patria a la madrasta de Inglaterra y, ya en el siglo XX, a la madrastra de Estados Unidos.
A.B.: ¿Cómo explica que triunfara el mensaje racista de Sabino Arana, que compara a los no vascos con simios?
J.A.R.: Si el mensaje del Ku Klux Klan está perseguido en EE.UU., esas ideas racistas que Arana, un excarlista resentido, difunde en la revista Bizcaitarradeberían estar perseguidas en España, porque es un insulto a los “maketos”, al resto de los españoles. Aunque es cierto que al final de su vida Arana moderó su mensaje.
A.B.: Pero escrito queda.
J.A.R.: Claro. Y, además, ese sentimiento ha pervivido en el nacionalismo vasco. Es lo propio de todos los nacionalismos: demonizar al que no es de los tuyos. Si nos fijamos, ese tipo de comparaciones son muy parecidas a la que Hitler hacía de los judíos.
O te pliegas al sistema nacionalista o estás perdido. No cabe la disidencia, salvo que seas un héroe, como el PP en su momento, y mira cómo acabó
A.B.: ¿Cómo es que la burguesía vasca ha consentido semejante mensaje?
J.A.R.: Es que, desde la Transición, el Estado central ha dejado en manos de los nacionalistas del País Vasco la educación, las cajas de ahorro, la cultura, los medios de comunicación… y quien esté fuera del sistema no es nadie. Y la burguesía se adapta a todo lo que haya que adaptarse. A los niños en las ikastolas se les adoctrina con el mensaje racista de Arana. Y, o te pliegas al sistema nacionalista o estás perdido. No cabe la disidencia, salvo que seas un héroe, como el PP en su momento, y mira cómo acabó.
A.B.: Ese “racismo” parece común denominador de los nacionalismos: “El hombre andaluz es un hombre destruido (…) que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual”, llegó a escribir Jordi Pujol.
J.A.R.: Todo nacionalismo responde a los mismos esquemas: manipula la historia, se inventa un enemigo -los maketos, los judíos o los andaluces-, explota el victimismo, y adoctrina a través de las aulas y los medios de comunicación. Y el discurso es invariablemente supremacista, al servicio de una casta hegemónica.
A.B.: ¿Quién se lleva la palma de la traición: Carles Puigdemont o Jordi Pujol?
J.A.R.: Puigdemont es la guinda. Pero la traición se forja desde la Transición, a lo largo de décadas, con un sistema autonómico que deja al gallinero en manos del zorro. El nacionalismo es traidor por naturaleza: pretende crear una nación, como su mismo nombre indica. Y ese plan lo tiene previsto Jordi Pujol desde el programa electoral de CiU. El que perpetra el golpe de Estado es Puigdemont, pero el que prepara la gran traición a España, el que deja a Cataluña preparada para la independencia es Pujol.
PP y PSOE: ¿quién es más traidor, aquel que traiciona o más bien aquel que tiene el deber de evitarlo y no hace nada?
A.B.: ¿Hubiera sido posible la traición secesionista sin la complicidad de los gobiernos del PP y el PSOE?
J.A.R.: Esa es la cuestión… ¿quién es más traidor, aquel que traiciona o más bien aquel que tiene el deber de evitarlo y no hace nada?
A.B.: ¿Considera traidor a Jordi Évole, con el daño que su reportaje sobre los cerdos ha hecho a El Pozo?
J.A.R.: Traidor propiamente no diría yo. Pero sí diría que es un comisario manipulador que usa la televisión al servicio del independentismo (y con malas artes: allanamiento de morada). El Pozo no es la primera marca de ámbito nacional a la que ataca. Mire cómo nunca investiga a Gallina Blanca, que es una empresa catalana y proindependendista.
A.B.: Por cierto, Pau Clarís, santón secesionista, tiene placa en Barcelona y nadie la quita…
J.A.R.: En efecto, y era un traidor de libro, que se levanta contra la España de Felipe IV y se alía con su peor enemigo, la Francia del cardenal Richelieu. Cataluña estuvo a punto de dejar de ser España para pasar a manos de Francia.
A.B.: Eso a la Generalitat le importa poco…
J.A.R.: Bueno, ahí tiene a otro traidor, con calles y estatuas en Cataluña: Lluis Companys, que llegó a presumir de genocidio de religiosos. Los nacionalistas lo fomentan, como acaban de hacer con el golpe de Puigdemont.
A.B.: ¿Le ha puesto una calle?
J.A.R.: En un pueblo de Gerona le han cambiado el nombre una plaza: “1 de octubre”, en lugar de “Constitución”, con el voto del PSC. Fíjese, una plaza que celebra un golpe de Estado.
A.B.: En el callejero tiene vd. un filón para otros libros: Carrillo, Pasionaria, Negrín…
J.A.R.: Hay que distinguir a asesinos de traidores. Y los que menciona podían ser lo primero, pero no engañaban. Querían instaurar un régimen soviético, pero nunca lo ocultaron. Traidor era más bien un personaje como Antonio Gálvez “Antonete”, el líder federalista murciano que durante la I República quiso unir el cantón de Cartagena con Estados Unidos y provocó un conflicto con miles de muertos. Lo indignante es que ese personaje que quiso romper España haya sido nombrado hijo predilecto de Murcia.
A.B.: Otro que tiene calle de toda la vida en Madrid es Serrano: se le ha acusado del magnicidio de Prim.
J.A.R.: El general Francisco Serrano estuvo a favor de Isabel II, para traicionarla luego en la Revolución Gloriosa de 1868. Pasó de ser su amante a sublevarse contra ella. Y en 1870 fue capaz de conspirar contra el general Prim -a la sazón, jefe del Gobierno- por no poner al Rey que él quería (el duque de Montpensier).
Se había aceptado la versión de que Prim falleció al infectarse las heridas de bala tras el atentado de la calle del Turco, el 27 de diciembre de 1870, pero la Comisión Prim señaló que pudo morir estrangulado a lazo. Y el historiador Pérez Abellán sostiene que el autor intelectual pudo ser general Serrano.
Escribir la historia a base de decretos leyes solo pasa en países como Cuba o Corea del Norte
A.B.: La nueva ley de Memoria Histórica del PSOE proyecta penas de cárcel para quienes hablen de los logros económicos del franquismo… ¿qué le parece?
J.A.R.: Reescribir la historia a base de decretos leyes solo pasa en países como Cuba o Corea del Norte. Los políticos deben dedicarse a administrar y a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, y deben dejar la historia en manos de los historiadores.
Al parecer, Pedro Sánchez pretende que se sancione a quien niegue que Franco creó la Seguridad Social en España y que el país llegó a ser la décima potencia industrial, lo cual es negar hechos. Referir hechos no es alabar a nadie. Podrá uno estar de acuerdo o no con Franco, pero los hechos son los hechos.
A.B.: Salvo que la comisión política de la Verdad diga lo contrario…
J.A.R.: ¿Qué va a decir esa comisión? ¿Que Largo Caballero era un demócrata, que Negrín no era un comisario al servicio de Stalin o que Carrillo no mandó organizar los fusilamientos de Paracuellos? Si es así, va ser la comisión de la mentira y de la vergüenza.
A.B.: ¿Por qué el PP se abstiene?
J.A.R.: Quizá se avergüenza de quienes le votan (una buena parte de ese electorado de derechas procede generacional y anímica del franquismo). Pero permitiendo la ley de Memoria Histórica de una izquierda revanchista, el PP está dividiendo a los españoles.
A.B.: “Solo conociendo a los traidores del pasado, podemos identificar a los enemigos del presente”, dice usted en el epílogo… Identifíquelos.
J.A.R.: Los nacionalismos que quieren destruir a España y los nuevos movimientos revolucionarios.
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Imagen de portada: Jesús Ángel Rojo, autor de Grandes traidores a España.